Buscar este blog

domingo, 26 de febrero de 2012

Si el cielo me lo permite


Qué mas da la altura que haya desde la calle hasta esta cornisa. Quiero sentarme aquí, en las alturas, que las ráfagas de viento me zarandeen, que el vértigo se mezcle con la adrenalina. A veces no siento mayor placer que el de imaginarme por cuánto se multiplicaría ese placer en mi cuerpo si cayese. Sería tan fácil…

            Pero no he venido aquí a hablar de cómo matarme de forma rápida e indolora. He venido aquí para mirar por encima del hombro a esta mierda de ciudad, que se ríe de mí a la cara, igual que lo haces tú. Y ahórrate el esfuerzo de sentirte ofendida, porque no sé de dónde sacas tantos argumentos para acabar contradiciéndote a ti misma. Siempre creíste que iba a estar ahí para aparecer corriendo a tu lado cada vez que te diera la gana, pero sin devolver el golpe cuando quise tenerte para que simplemente me escucharas, y no para aprovecharme, que es algo que te encanta decir, siempre por teléfono, siempre con ese falso disgusto en la voz.

            Te hacías la víctima, porque lo único que querías oír era que lo hacía todo mal, que me olvidaba de alguna absurda fecha, que no tenía consideración hacia ti, que era un egoísta. Y resultó que, dejando a un lado esa manía tuya de recordar hasta la fecha de nuestra primera discusión, fuiste tú la que actuó como tú querías que yo actuase. Pensando que un descerebrado sin trabajo, sin dinero y sin un buen coche donde poder desfilarte entre esta basura materialista, jamás se preocuparía por intentar hacerte feliz. Pensando que un patético don nadie nunca sería capaz de haberse pasado noches enteras en vela pensando en ti, días enteros intentando buscarte porque no tenías la dignidad de contestar mis llamadas telefónicas…

            Y tranquila. No hago esto para que lo leas. Por mí, como si el viento se lo lleva lejos, lo más lejos posible de tu alcance, si puede ser. Hago esto porque nadie quiere escucharme sufrir por ti, todos piensan que hace tiempo que dejaste de merecerme. Pero resulta que mi autoestima no es tan alto, y ya ves lo que tengo que hacer para poderme expresar.

            Si algún día lees esto, no te molestes en buscar mi número de teléfono ni en preguntar por mí. No hay nadie que pueda ayudarte. Ni siquiera yo, la última persona dispuesta a hacerlo. Para entonces, si el cielo me lo permite, creo que estaré mirándote desde muy alto.  





domingo, 19 de febrero de 2012

Hiltzen naizen egunean

Gezurrak hitz dotorez josita egon daitezkeen arren
egia esango dizut.
Ez agian egi osoa, ez bailitzateke poetikoa izango,
baina bai begiak ixten ditudanean
baino etortzen ez zaizkidan hitzak,
zuretzako leunki berotu eta mimatu ditudanak.


Ez dakit nondik atera zinen,
ez dakit nire eskua heltzera iritsi ordez,
ke urdinezko asmakizun hutsa zaren.


Guztia zara ukitzen zaitudanean,
baina ura baino era jolastiago batean ihes egiten duzu
buelta ematen naizen bakoitzean,
gaua iristen den bakoitzean,
edo minutu bakar batzuk igarota zure presentziaren ezean.


Sekretuen armiarma sarea zara,
ez behartuta sentitzen naizelako,
nire bihotzak, nire kezkek,
zuregana jotzeko nahia dutelako baizik.


Litekeena da, maite,
beldur naizela.
beldur naizela nire ispilutzat hartu zintudanetik,
ez dudala zu barik haratago ikusten.
eta haratago ikusteko zure etengabeko arnasaren menpe,
urrutira joateko zuk egin behar duzula ihes, urrun,
zurekin eramango bainauzu hara,
izotzezko mendiek zeruari kilimak egiten dizkioten mundura,
itsasoak, bare, herriak besarkatzen dituen mundura,
zu eta ni, arratsaldero, geratzen zaizkigun egunak zenbatuko ditugun mundura.


Ederra, bada,

ederra…

baina ez dakit, behingoz, noiz esnatuko naizen…