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domingo, 19 de agosto de 2012

Made in Chile #5: mote con huesillos

En algún momento tocaba inaugurar una sección indispensable si se quiere hablar de la cultura de un país: la gastronomía. Aunque no difiera tanto de la cocina mediterránea, la gastronomía chilena tiene numerosas peculiaridades. Es por esto que me gustaría ir nombrando algunas de ellas, empezando por el mote con huesillos.

En pocas, podríamos describirla como la típica bebida dulce y refrescante chilena. Tal como su propio nombre indica, tiene dos ingredientes indispensables: el mote (mote de trigo, es decir, las semillas cocidas en agua) y los huesillos (melocotón deshidratado). Estos dos ingredientes se mezclan con un dulce jugo acaramelado que se obtiene mezclando caramelo con el agua donde se cuecen los melocotones (con azúcar y un palito de canela), y todo ello acaba sirviéndose en un vaso, con el mote mezclado con los huesillos abajo y el jugo acaramelado arriba. El mote se come con una cucharilla, la misma con la que hay que ayudarse para partir trozos de melocotón.

El mote con huesillo se vende prácticamente en cualquier puesto que uno pueda encontrarse en las calles del centro de Santiago. Aunque los precios varían según el lugar y el vendedor, se puede decir que la mayoría de vasos de mote con huesillos rondan los $500-800, es decir, entre 0,80 y 1,30 euros. Es una bebida con especial éxito en verano debido a que es refrescante, pero se venden cualquier día. 

Recomiendo a cualquiera que esté animado/a a visitar Santiago de Chile que se tome un mote con huesillos en cuanto sienta calor y quiera refrescarse. Aunque, tal y como he dicho antes, haya varios puestos donde se vende esta bebida, merece la pena subir en funicular hasta la cima del cerro San Cristobal y, una vez arriba,  quedarse boquiabierto con las sobrecogedoras vistas de la ciudad desde las alturas tomando un rico mote. 


Mote con huesillos
Fuente de la imagen: es.wikipedia.org

domingo, 12 de agosto de 2012

Made in Chile #4: Bellavista

Entre las comunas santiaguinas de Providencia y Recoleta se esconde una pequeña burbuja semi-atrapada en el tiempo, un barrio que rompe con los esquemas de todo lo que le rodea, tanto por su arquitectura como por el ambiente que se respira. Se trata, en efecto, del barrio de Bellavista. 

Hubo un tiempo, allá por comienzos del siglo XX, en el que Santiago era una ciudad de una extensión mucho menor de lo que es en la actualidad. En esta época empezó a producirse un éxodo rural, y en consecuencia, la ciudad de Santiago comenzó a crecer poco a poco, extendiéndose por la depresión central como una mancha de tinta sobre papel. Una de esas primeras extensiones fue el barrio de Bellavista, que aunque existía desde la época colonial, en esta ocasión creció más. Una de sus particularidades reside en las casas, que se construyeron simples pero de buena calidad, aunque esa simpleza signifique hoy día encontrarse con unas casas tradicionales muy bien conservadas, varias de ellas coloridas y con interesante acabados, que le dan un toque pueblerino a la gran ciudad. 

Bellavista se ha convertido en el barrio bohemio de Santiago de Chile, junto con Lastarria. Sus calles están repletas de bares populares y restaurantes para todo tipo de bolsillos y de todo tipo de comidas, lo que hace que automáticamente se convierta en un lugar atractivo y con especial ambiente nocturno, sobre todo el fin de semana. Es parada obligatoria el Patio Bellavista, con sus restaurantes y tiendas de artesanía, y fuera del patio, me atrevo a recomendar el restaurant El Republicano, donde uno puede disfrutar de tradicionales sabores chilenos (como las machas a la parmesana, entre muchos otros) en un ambiente tranquilo, sencillo, pero con mucho gusto.




Barrio de Bellavista
Fuente de las imágenes: elaboración propia

miércoles, 1 de agosto de 2012

Made in Chile #3: la cultura del mall

Pese a que Santiago fue fundada en 1541 y, por tanto, el centro de la ciudad conserva el plano colonial basado en calles perpendiculares en torno a una plaza central (la denominada Plaza de Armas), es posible ver en la metrópolis actual varias características de una ciudad norteamericana. O, por lo menos, esa es la sensación que da; un moderno y majestuoso centro financiero conocido como Sanhattan, casas bajas con jardín que forman extensísimas comunas y, por encima de todo... los malls. 

El mall (pronunciado "mol") es lo que viene siendo el centro comercial de toda la vida, sólo que los chilenos han preferido referirse a él con un término heredado de Norteamérica. Existen desde los años 80 del siglo pasado, pero ya forman parte, por suerte o por desgracia, de la cultura de una buena parte de la población. Teniendo en cuenta que Santiago de Chile cuenta con más de 5,5 millones de habitantes, hay numerosos malls en la ciudad: Alto Las Condes, Parque Arauco, Portal La Dehesa y Portal La Reina, entre otros. Pero si hay uno que destaca y que está de moda en la actualidad, ese es el imponente, descarado y arrasador mall Costanera Center, situado exactamente bajo la que ya es la torre más alta de Latinoamérica (supera los 300 metros). Con 6 pisos más una suerte de ático dedicado a las salas de cine, uno siente que en su cabeza retumban las palabras: "esto es demasiado", y eso que aún no están todos los establecimientos abiertos al público. 

En los malls hay de todo y para todos, pero ese "para todos" se cumple de la siguiente manera: yo aquí y tu allí; es decir, cada mall tiene un público específico, un público que está relacionado con la situación económica de la comuna en la que se sitúa el centro comercial. No pude evitar sorprenderme al ir un sábado  por la tarde al centro de la ciudad, ya que al contrario que en España u otros países preferentemente mediterráneos, las calles de este sector se vacían. Sin embargo, uno acude el mismo día al mall y se lo encuentra lleno de gente. Pero no es algo que afecte a los sábados; los malls atraen a los santiaguinos, me atrevería a decir que más que en España, y creo que es a causa de dos razones principales, siendo una consecuencia de la otra: la propia disposición extensa de la ciudad, que hace que las distancias sean enormes haciendo más preferible el mall cercano a casa que el lejano centro, y el carácter menos callejero de por sí de los chilenos, un país donde no se acostumbra a "potear" y a quedar con la "cuadrilla" en el centro. 


El mall Costanera Center y la Torre Santiago en construcción. Julio de 2012.
Fuente de la imagen: elaboración propia