mas no tanto como los míos.
Vivieron caprichosos,
sedientos de tu luz.
Leí tus mentiras, me creí tus miradas.
Jugaste y yo te acompañé,
bailando al ritmo de tus farsas,
creyendo y queriendo
seguir el compás de tu
maldita hipocresía.
Pareces tener sed,
diría que quisieras beber
de mis propias lágrimas
Del manantial de las penas
no cesan de brotar.
¿Cuándo vas a saciarte?
… dímelo
… no alargues esto
o creeré que buscas mi amargura.
No hace falta insinuarte
cuántas líneas has de escribir
para que el agua sea dulce,
y no te atragantes
con pedazos de mi alma rota.
Si quieres yo te lo cuento,
pero no me hagas repetirlo dos veces;
no lo voy a hacer.
De dignidad va la cosa,
de propia supervivencia,
de retener en mí lo poco que queda.
¿Y crees seguir mereciendo
que te lo repita?
Lo haré… siempre…
¡NO!
…
…
…
…
No todos somos piezas de tu tablero.
Quisiera poder moverme por mi cuenta,
atacar o defenderme,
mirarte a los ojos y decirte
si te quiero
o te quiero más aún.
Dolió…
… convencerme de tu peligro.
Puse fin sin saber muy bien lo que me proponía
puse fin por la incógnita de esa primera vez,
por sentirme débil y por el qué dirán.
Y que me quemen si lo vuelvo a repetir.
Pero rompí porque ya no soportaba
tanto rechazo.
Me fui,
por el ocaso de la mayor de mis virtudes.
Piensa… ten paciencia…
Yo la tuve,
hasta que acabaste con ella.
…
…
…
Dolió
obligarme a dejar de verte como
la más perfecta de las creaciones,
algo más bello que una segunda mitad,
porque bello es tu significado.
Ya cada parte de mí es tuya.
Necio fui al pensar
que la suerte llega a pares
y que los recuerdos son solubles,
que sólo los desalmados olvidan
y que olvidarme de ti
sería peor que vagar sin alma.
Intenté imaginar una vida
salpicada de extrañas sonrisas
y miradas transparentes
con falsedad respondidas.
Y al instante vi abismos…
Entonces nada dolió tanto como
la crueldad de mi mente.
Por mostrarme equívocas salidas,
por querer engañarme inútilmente
cuando ya todo mi cuerpo danzaba
a un único compás.
Nada dolió tanto, te digo…
… nada…
… nada, excepto tú.
Que te entregaste a otros brazos
como corren los ríos hacia el mar,
caprichosa e inexorablemente.
Nada excepto tú,
que desde tu misterioso y estrellado cielo
lanzabas destellos de
falsas esperanzas.
O eso creía yo,
porque así me lo hacías ver.
Iluso me llaman,
iluso por creer que mis historias saben volar.
Y tampoco quiero engañar a nadie
fingiendo no serlo.
Pero no desoigas mis palabras cuando te digo,
aunque ocurran mil malentendidos,
que sólo los ilusos acarician los sueños.
Y si esto no es suficiente para que
mis confesiones hagan mella en ti,
quédate y escucha
… escúchame por primera vez en tu vida,
no apartes la mirada de estas líneas,
ten la decencia de no convertirlas
en sordas palabras.
Porque en ellas me he reflejado,
en ellas me he humillado…
porque lo menos que merezco
es ser escuchado.
…
…
…
Soñar como nadie,
llegar más lejos aún que ningún otro.
He conocido el confín de las ilusiones.
Tú me hiciste llegar allí.
Sin saber siquiera si puedo presumir de ello,
¿qué me queda sino regresar?
Jamás me pierdo en mi laberinto
de lo posible,
mas temo no saber dónde llega a acabar.
Nunca te daré la satisfacción
de haberlo reducido a cenizas,
me recordarás, en cambio,
que tu amor le dio forma al fin.
Dime
cuándo volverás a ser tú,
cuando dejarán de sucumbir tus ojos
ante tanta superficialidad.
¿Por qué no te das cuenta?
Y entonces yo,
por mucho que nada doliera tanto como tú,
mi rostro así surcado
por lágrimas de sangre,
no seré desalmado y
suplicaré…
… aun teniendo que presenciar
mil amaneceres
tras mil noches en vela.
Esperaré
como hago siempre…
Y aunque nadie haya soportado
este sufrimiento,
lloraré, pero por amor.
Lloraré hasta ahogarme
en mi pozo de las ilusiones,
pero antes te ahogarás tú
conmigo,
para siempre.
... y si dolió,
cantarás tus canciones
susurrándolas en mi oído,
curarás con tus besos
mi alma y tus errores.
Perdóname,
por no saber perdonarte.
Te perdonaré,
cuando sepas cómo curarme.
Porque no sabes cuánto dolió.



