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sábado, 12 de marzo de 2011

Lluvia de noviembre


LLUVIA DE NOVIEMBRE





No sabíamos si el viento
soplaba de frente o de cola.
Creíamos saber controlar
hasta la última pieza del rompecabezas.
Pero el caótico vaivén de los momentos
pintó recuerdos para posterior sonrisa.


Siempre habías acariciado mi alma
con la calidez de esos tus ojos,
el cantar desinhibido de tu risa,
la dulce intensidad de tu belleza.


Pero sentía de lejos tus caricias,
creí no merecer más que ilusiones…

                        … creí no merecerte a ti.


Es por eso que todo oscureció
cuando sólo quisiste abrigarme entre tus brazos,
oscureció sin existir motivos para ello,
ensombreció el día en que no escuché a mi corazón.


Me mirabas diferente.

Tratabas de imaginar un día a mi lado
y asimilaba yo con terror lo que aquello significaba,
sabiendo que el primer atardecer junto a ti
sería el último antes de llorar a las estrellas.



Fuiste un antes,
nunca mi después.

Fuiste los minutos más intensos de mi vida,
sin siquiera tenerte en mis brazos.

No llegué a guardar el sabor de tus labios,
quizás debí habértelo preguntado.

Me habrías respondido no sé,
que podría haberlo averiguado por mi cuenta,
segundos antes de aquella insoportable decisión.

Me habrías dejado…

            … tal vez por no querer atender a preguntas.


Me habrías besado,
y dejado que lo hicieras.
Por fin sabría a qué se parece
el sabor de los míos,
al fin lo hubiera sabido…


Yo en ti imaginé dulzura,
llegué a percibir sutil aroma a jazmín.
Quizás nacía de tu pelo,
pasé tiempo observarlo mecerse a la brisa.
Desprendías destellos dorados,
hacías de lo monótono, mágico…
hacías mis ojos, los tuyos…


Aún no sé si fue correcto.

Aquel lugar de nuestro recreo
será para mí el recuerdo de una lluvia de otoño,
el sepulcro de lo que pudo haber sido.


Quisimos ser,
mas supimos ver que no hay estrellas sin noche.
Pensaste en mí cuando nadie más lo hizo,
viste pocas palabras que serenaron el vacío.


Hubiese querido ser el viento que acarició tu rostro,
la lluvia insolente de aquella tarde
creando brillantes tatuajes por tu cuerpo.


Recogiendo la fragancia que ansiaba conocer…


Me aferré a nuestro último minuto
como lo hace el moribundo
al último hálito de vida.

Y sabía pese a todo
que no nos pertenecíamos de tan intensa manera.
Intentábamos entenderlo,
con lágrimas acabamos aceptándolo.


Como si hubieses sabido
cuál era el último de mis deseos,
antes de que las aguas volviesen a su cauce,
sostuviste mi mano entre las tuyas…

… y regalándome la sonrisa de tus ojos

me hablaste de amor por última vez.


Siempre veré en ti el alma que me enamoró,
me dijiste,
tu presencia es el amanecer,
pero no soy yo el cielo que ha de acogerlo.


Y si me preguntas,
yo en tus labios besaría ternura,
yo en tus labios besaría
la felicidad que desprende cada una de tus miradas.


No temas por eso ahora.


Ya sabes que no hay estrellas sin noche,
pero prométeme que creerás en ellas
aun bajo esta lluvia de otoño,
pues no dudes que el sol volverá a lucir,


                                                           me dijiste.





Dibujo: Melissa Blanco.






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