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jueves, 17 de noviembre de 2011

Praga

            Nadie excepto aquel alto y delgado violinista nos acompañaba sobre el puente. Las notas musicales arañaban el aire pero apenas llegaban hasta nuestros oídos, amortiguadas por la tímida nevada que caía sobre la ciudad aquella mañana. Sin embargo, varios rayos de sol habían conseguido atravesar el cielo perlado, haciendo que los tejados nevados y el río helado emitiesen un fulgor cercano a lo sobrenatural. Apoyados contra el mirador del puente, el río Morava detenido a nuestros pies, no dejábamos de mirarnos mientras la ciudad despertaba a ambas orillas. Íbamos tan abrigados que apenas nos asomaban los ojos entre gorros y bufandas de lana, pero me descubrí la cara para poder hablarte, para que ninguna palabra quedase enredada.

-          ¿Volveré a verte?
-          Eso ya no depende de mí. No tienes por qué huir…

Bajé la mirada, incapaz de sostener la intensidad de la verdad de la tuya. No tienes por qué huir… ¿Por qué tenía que hacerlo todo tan difícil? Pero, sobre todo, no entendía por qué no podía dejar aquella historia atrás, tal y como me lo había prometido a mí mismo la noche anterior. Nunca debí haberte acompañado a tu casa. Nunca debí haberme sentado a tu lado mientras tocabas esa hermosa canción en el piano, ni debí haber dejado que me leyeses un fragmento de tu nueva novela a la luz de las velas. Si nada de todo aquello hubiese ocurrido, nunca me habría sorprendido tu pálida desnudez al despertar a tu lado, ni habría querido ralentizar el avance de las agujas mientras descansaba mi cabeza sobre tu hombro, sintiendo como si fuera mío el compás de tu respiración. Nunca te habrías girado sobre la cama para perder tu mirada dormida sobre la mía y abrazarte a mí rogando algo más que el calor que el mes de diciembre nos había arrebatado, algo que nunca quisiste decirme, pero que preferí no preguntarte.

No tienes por qué huir… En realidad, nunca quise hacerlo. Siempre había una parte de mí que deseaba estar lejos de tu alcance, no me preguntes por qué, quizás no quiera contestártelo. Pero en aquel momento era imposible hacer caso a esa voz. Desvié la mirada hacia el río un segundo antes de darte la mano, puede que intentara evitar ver tu reacción, pues no quería dibujarte más que una sonrisa y tenía miedo de no verla.

Me ofrecías el mundo, me estaba dando cuenta de ello. Y no iba a dejar escaparlo.

http://richardjames.deviantart.com/

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