Por
más que los fracasos se repetían, nunca se dio por vencido, ni siquiera cuando
ese gran proyecto llamado “vida” amenazaba con desgarrarse tan rápido como
había empezado. Estaba tercamente convencido del orden del proceso. Tan cegado
estaba, que no entendía en qué punto fallaba la puesta en práctica de su
teoría.
Comenzaba
por llevar al ser blanquecino y deforme hasta un campo lleno de magnolios en
flor, con el fin de que la dulzura embriagadora de su fragancia hiciese
desarrollar en él el sentido del olfato en forma de puntiaguda nariz. Lo hizo
viajar en menos de un suspiro hasta la profundidad de la selva ecuatorial,
donde eran tan numerosos y variopintos los llamados y gritos de la fauna local
que el ser no tardó en desarrollar un agudizado oído, ayudado por dos
redondeadas orejas. En esta misma selva, le obligó a sentarse y presionó contra
su rostro alienígena una fruta dulce y jugosa hasta que la cara se contrajo y
creció una boca dentada. Fue entonces cuando le ayudó a mascar y tragar, de tal
forma que la aparición de las papilas gustativas lo hizo estremecerse por la
intensidad del sabor. Lo arrastró después hasta los árboles para que los
palpase, le hizo sentir el tacto de hojas, tierra, animales… el cuerpo
blanquecino sintió suavidad, aspereza, rugosidad… fue zambullido en un río para
sentir el tacto del agua, su frescura, el súbito contraste de temperatura. Lo
hizo aparecer de manera desprevenida en mitad de un mar de hielo, lo suficiente
como para hacerlo tiritar y encogerse de frío en medio de una tempestad de
nieve. Cuando quiso que aquel calvario terminase, sus pies se toparon con una
ardiente arena bajo un sol infernal que lo hizo sudar y le provocó un intenso
dolor de cabeza. Del polo al desierto, era el momento de conocer los extremos
del planeta donde iba a habitar. Fue así como, de punta a punta y de sensación
en sensación, su piel adquirió una tonalidad más oscura y su rostro fue
decorado por unos perfectos ojos almendraros, que aunque lloraron con la
primera invasión de luz, no tardaron en adaptarse y fijarse en cada elemento
que los rodeaba.
El
cuerpo vio, escuchó, sintió, olfateó y degustó. Se mantuvo en una suerte de
éxtasis sensorial durante unos segundos, pero enseguida se desplomó inerte bajo
la frustrada mirada del creador, que vio cómo otra vida semi-humana se le iba
de las manos. No comprendía por qué la grandiosidad de la naturaleza no bastaba
para mantener con vida a sus productos. Comenzó a frustrarse por malgastar
tanto tiempo con una especie que ni siquiera daba muestra alguna de ser útil. Desahogó
su impaciencia creando fuertes tormentas, erupcionando volcanes y haciendo
temblar la tierra hasta que el miedo se apoderó del resto de seres vivos.
Y en
un momento de calma tras el paso de un destructor ciclón, los vio. Una pareja
de cuervos cuidando juntos de su nido, turnándose para alimentar a sus
polluelos mientras uno de ellos iba a buscar más comida. Preocupados por su
familia, preocupados el uno por el otro. Y le bastó bajar la mirada para
encontrarse con una pareja de ciervos copulando, mientras sus aullidos
resonaban estremecedoramente entre el pinar. Supo así que el fracaso había
residido en la individualidad, en su terquedad por perfeccionar al solitario. De
modo que aunque perdió el doble de energía, creo dos cuerpos blanquecinos a la
vez, repitió el proceso trasladándolos juntos de un lado a otro para observar
con gran satisfacción, al final del viaje, que algo bombeaba en el interior de
cada cuerpo. Algo que les dio color y energía, las fuerzas para caminar juntos
y sobrevivir en el planeta, la verdadera vida que necesitaban, la esencia del
proyecto. Al órgano que acumulaba toda esa esencia le llamó “corazón”, y supo
que, por la naturaleza de su creación, tendría tanta o más capacidad de
decisión que el cerebro humano. Sería, por ende, un elemento decisivo en la
historia recién comenzada de la humanidad.
Hala, te has pasao, tío. El mejor relato que has escrito desde que el mundo es mundo, sugiero que cambies la cabecera del blog por un link a esta entrada.
ResponderEliminar¿De verdad? No sabes el subidón que me acabas de dar. Eternamente agradecido por leer mis entradas :)
ResponderEliminar¿Ves posible que esta historia vaya incluida en un futuro próximo libro?
ResponderEliminar¿Que si lo veo posible? Sin duda ninguna, abriendo el libro, con carteles de neón y un coro de música. Tio, la historia del circo me gustaba; es buena, pero con esta te has superado a ti mismo. De cabeza al libro.
ResponderEliminarLo de los carteles de neón y el coro de música lo veo difícil, pero lo de la publicación es más factible ;)
ResponderEliminarNotable Jon.
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