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domingo, 10 de febrero de 2013

Aquello que el hombre olvidó


Por más que los fracasos se repetían, nunca se dio por vencido, ni siquiera cuando ese gran proyecto llamado “vida” amenazaba con desgarrarse tan rápido como había empezado. Estaba tercamente convencido del orden del proceso. Tan cegado estaba, que no entendía en qué punto fallaba la puesta en práctica de su teoría.

Comenzaba por llevar al ser blanquecino y deforme hasta un campo lleno de magnolios en flor, con el fin de que la dulzura embriagadora de su fragancia hiciese desarrollar en él el sentido del olfato en forma de puntiaguda nariz. Lo hizo viajar en menos de un suspiro hasta la profundidad de la selva ecuatorial, donde eran tan numerosos y variopintos los llamados y gritos de la fauna local que el ser no tardó en desarrollar un agudizado oído, ayudado por dos redondeadas orejas. En esta misma selva, le obligó a sentarse y presionó contra su rostro alienígena una fruta dulce y jugosa hasta que la cara se contrajo y creció una boca dentada. Fue entonces cuando le ayudó a mascar y tragar, de tal forma que la aparición de las papilas gustativas lo hizo estremecerse por la intensidad del sabor. Lo arrastró después hasta los árboles para que los palpase, le hizo sentir el tacto de hojas, tierra, animales… el cuerpo blanquecino sintió suavidad, aspereza, rugosidad… fue zambullido en un río para sentir el tacto del agua, su frescura, el súbito contraste de temperatura. Lo hizo aparecer de manera desprevenida en mitad de un mar de hielo, lo suficiente como para hacerlo tiritar y encogerse de frío en medio de una tempestad de nieve. Cuando quiso que aquel calvario terminase, sus pies se toparon con una ardiente arena bajo un sol infernal que lo hizo sudar y le provocó un intenso dolor de cabeza. Del polo al desierto, era el momento de conocer los extremos del planeta donde iba a habitar. Fue así como, de punta a punta y de sensación en sensación, su piel adquirió una tonalidad más oscura y su rostro fue decorado por unos perfectos ojos almendraros, que aunque lloraron con la primera invasión de luz, no tardaron en adaptarse y fijarse en cada elemento que los rodeaba.

El cuerpo vio, escuchó, sintió, olfateó y degustó. Se mantuvo en una suerte de éxtasis sensorial durante unos segundos, pero enseguida se desplomó inerte bajo la frustrada mirada del creador, que vio cómo otra vida semi-humana se le iba de las manos. No comprendía por qué la grandiosidad de la naturaleza no bastaba para mantener con vida a sus productos. Comenzó a frustrarse por malgastar tanto tiempo con una especie que ni siquiera daba muestra alguna de ser útil. Desahogó su impaciencia creando fuertes tormentas, erupcionando volcanes y haciendo temblar la tierra hasta que el miedo se apoderó del resto de seres vivos.

Y en un momento de calma tras el paso de un destructor ciclón, los vio. Una pareja de cuervos cuidando juntos de su nido, turnándose para alimentar a sus polluelos mientras uno de ellos iba a buscar más comida. Preocupados por su familia, preocupados el uno por el otro. Y le bastó bajar la mirada para encontrarse con una pareja de ciervos copulando, mientras sus aullidos resonaban estremecedoramente entre el pinar. Supo así que el fracaso había residido en la individualidad, en su terquedad por perfeccionar al solitario. De modo que aunque perdió el doble de energía, creo dos cuerpos blanquecinos a la vez, repitió el proceso trasladándolos juntos de un lado a otro para observar con gran satisfacción, al final del viaje, que algo bombeaba en el interior de cada cuerpo. Algo que les dio color y energía, las fuerzas para caminar juntos y sobrevivir en el planeta, la verdadera vida que necesitaban, la esencia del proyecto. Al órgano que acumulaba toda esa esencia le llamó “corazón”, y supo que, por la naturaleza de su creación, tendría tanta o más capacidad de decisión que el cerebro humano. Sería, por ende, un elemento decisivo en la historia recién comenzada de la humanidad. 


6 comentarios:

  1. Hala, te has pasao, tío. El mejor relato que has escrito desde que el mundo es mundo, sugiero que cambies la cabecera del blog por un link a esta entrada.

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  2. ¿De verdad? No sabes el subidón que me acabas de dar. Eternamente agradecido por leer mis entradas :)

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  3. ¿Ves posible que esta historia vaya incluida en un futuro próximo libro?

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  4. ¿Que si lo veo posible? Sin duda ninguna, abriendo el libro, con carteles de neón y un coro de música. Tio, la historia del circo me gustaba; es buena, pero con esta te has superado a ti mismo. De cabeza al libro.

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  5. Lo de los carteles de neón y el coro de música lo veo difícil, pero lo de la publicación es más factible ;)

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