No es fácil hablar sobre este tema,
principalmente porque implica indagar en un pasado que quizás no es del todo
lejano y que, por esa misma razón, está en la memoria de muchos chilenos
intentando permanecer oculto, sin muchas ganas de salir a flote. Así pues,
intentaré ser lo más objetivo posible.
El 11 de septiembre ya era famoso
antes del 2001, al menos en Chile, ya que ese mismo día del año 1973 el general
Augusto Pinochet dio un golpe de estado que acabó con la que, hasta ese
momento, había sido una de las democracias más sólidas y estables de América
Latina. Aquel día, los tanques del ejército rodearon el palacio de La Moneda,
el mismo que más tarde fue bombardeado desde el aire. Se dice que Salvador
Allende, presidente de la república desde 1970 famoso por el ambicioso sueño
socialista que intentó hacer realidad, se suicidó dentro del palacio. Lo que sí
está claro es que aquel acto marcó el fin de una era representada por la
democracia, dando paso a una dictadura que se alargó durante diecisiete años,
marcada entre otras cosas por violaciones a los derechos humanos, torturas,
desapariciones, suspensión de libertades individuales y suspensión de partidos
políticos, así como la instauración de una serie de políticas neoliberales
surgidas directamente de los llamados Chicago
Boys, que instauraron un tipo de capitalismo que reinó en occidente a partir de la denominada crisis del petróleo de 1973.
39 años después, Chile es un país
que lleva más de veinte en un período de nueva democracia. La izquierda gobernó
durante veinte años en esta nueva era, mientras que la derecha, de la mano de
Sebastián Piñera, está al frente del país desde 2010. Veintidós años de
democracia no han sido suficientes para ejecutar cambios que pide la población,
ya que la herencia de la dictadura aún es visible en realidades como la salud,
la educación y las pensiones, donde predomina el sistema privado y el público
presenta, por desgracia, serias deficiencias
Hay algo claro: todo apunta a que
algo se cuece, y la forma más clara de verlo es en las protestas estudiantiles
que han llevado a Chile a primera plana varias veces durante este último año,
los que apuestan por una educación pública y gratuita. En un país que no deja
de crecer económicamente y que, al menos de momento, no ha sido arrollado por
la crisis económica mundial, el gobierno tiene hartas y difíciles tareas a las
que hacer frente de puertas para adentro.

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