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jueves, 29 de noviembre de 2012

Made in Chile #11: perros sin nombre

Son dueños de la ciudad. Por eso me llamaron la atención. A nadie en Chile le parece raro encontrárselos en cualquier esquina de la ciudad, pero como aún no soy chileno del todo, nunca dejan de sorprenderme. Me refiero, por supuesto, a los perros que merodean simpáticamente por Santiago. Perros sin nombre ni dueño, claro, porque eso es lo que llama la atención, también conocidos como "perros callejeros" o "perros vagos".

Lo de merodear es un decir, porque más de la mitad de los perros que uno puede encontrarse por las calles de la ciudad opta por ocupar una porción de suelo para echarse una larga y placentera siesta, sin importarle lo más mínimo si obstaculiza el paso de peatones en un paso de cebra o a la salida de un edificio de oficinas. Cuando despiertan, algunos optan por pasear a sus anchas por las calles, solitarios o acompañados, y otras veces optan por acompañarte unos metros antes de cansarse y darse media vuelta. Eso sí, mostrar afecto hacia uno de ellos puede suponer que no puedas quitártelo nunca de encima.

Son tan simpáticos que, en el caso de los perros que merodean por el campus de San Joaquín de la Pontificia Universidad Católica de Chile, algunos deciden entrar a las clases, pasearse por entre las mesas en mitad de un examen o tumbarse frente a la tarima del profesor, bostezar, dormitar y empezar a roncar. Son uno más, forman parte del movimiento y bullicio de la ciudad o de la tranquilidad de los pueblos más pequeños. Así que ya saben, si sienten ganas de empezar a bautizar con nombres ingeniosos, pueden probar con ellos. Basta con salir a la calle y caminar unas pocas cuadras. Les estarán esperando. 






jueves, 8 de noviembre de 2012

El último puerto

Los ladridos volvieron a actuar como cantar de gallo. Un tímido rayo de sol se filtraba entre las cortinas, que se mecían al compás de una suave y tibia brisa matutina. El olor a pan recién horneado invadió la habitación como cada mañana, sugerente, goloso, atrevido. Incluso las conversaciones de la panadería conseguían colarse entre ladridos y risotadas de niño, que si cómo está usted señora Carmen, que si supo que la hermana de la Francisca había sido invitada a un matrimonio en Santiago, que si el calor era espantoso y todo se llenaba de moscas. Ya no tenía sentido intentar reconciliar el sueño.

En los seis meses que llevaba allí, nunca había estado tan limpio el departamento. La proximidad de la fecha había provocado en ella un nerviosismo al que se le sumó una obsesión por hacer que la llegada de su prometido fuese perfecta. Había ordenado mil veces las cuatro prendas del armario, cambiado las sábanas, pintado los marcos de las ventanas y llenado la despensa con todo lo que el bolsillo le pudo permitir. La mesa llevaba puesta tres días. La fruta amenazaba ya con podrirse.

Como si de un estreno teatral se tratara, había llegado el momento de poner en práctica todo lo ensayado. Dedicó la mañana a cocinar como para un regimiento, aun sabiendo que apenas probarían bocado. Horneó una apetitosa tarta de manzanas que hizo saltar comentarios elogiosos entre las vecinas entretenidas con las tareas del hogar en los edificios contiguos. Vestida de blanco, con faldas al viento y apretados tirantes, se presentó puntual en la peluquería. En aquel nido de cotorras no dio rienda suelta a su historieta, por mucho que medio barrio esperase saber a qué venía esa vestimenta un día jueves, esas ansias por ser la más bella de las muñecas de porcelana, porque nada sabían de aquella mujer que en los seis meses que llevaba en la vecindad ya había levantado rumores y pasiones.

Salió del establecimiento robando suspiros y sonrisas. Caminó cuesta abajo, dejando atrás el colorido desorden del cerro Concepción, hasta llegar a orillas del mar junto al puerto. En su mano derecha llevaba dos de sus mayores tesoros: la última carta escrita por él, fechada tres meses antes, el 12 de junio de 1938, y una fotografía del día de su boda en una parroquia de Jerez de la Frontera. El barco apareció en el horizonte, se deslizó por las frías aguas costeras y atracó frente a ella. Para aquel entonces, una enorme multitud se había aglomerado en el puerto para recibir a todos aquellos viajeros en búsqueda desesperada de una patria que los adoptara, quién sabe si temporalmente o por siempre.

Cientos de pasajeros descendieron del buque con cara de querer besar la tierra. Muchos se echaron a llorar, mirando al sol que ya se zambullía en el océano con una mezcla de nostalgia y decisión. Al igual que todo lo realizado durante aquel día, también había planeado el momento de la llegada. Se había imaginado a sí misma abrazada al amor de su vida, encarando al futuro más incierto que nunca se imaginaron. El desfile de recién llegados llegó a su fin sin que alguien se lanzase a sus brazos. El sol se hundió tiñendo el cielo de un rojo etéreo. Un hombre alto y delgado fue el último en descender del barco. Su capa ondeaba con la misma suavidad que el largo trozo de papel que colgaba de su mano. Se detuvo junto a ella, leyó su pensamiento en la superficie cristalina de sus lágrimas y extendiendo el papel, le señaló uno de los muchos nombres mecanografiados. La carta y la fotografía cayeron al suelo del muelle y no tardaron en ser arrastradas por una brisa que las empujó al mar, donde se fueron hundiendo y diluyendo como el alma recién partida de la mujer. 


sábado, 20 de octubre de 2012

Made in Chile #10: valle del Elqui

Escapando de la configuración orográfica que caracteriza a la gran mayoría del territorio chileno (con la Cordillera de la Costa, la Depresión Intermedia y la Cordillera de los Andes formando tres estructuras paralelas), el Norte Chico está compuesto por una serie de valles transversales que circulan desde el interior hacia la costa. Uno de estos valles, cuyo comienzo se encuentra en las cercanías de La Serena, es el famoso valle del Elqui. 

La mejor manera de conocer el valle es con coche, pero si no es posible, se puede acceder al Elqui en autobuses que salen desde el terminal de La Serena por un módico precio de $2000 (3 euros) hasta Vicuña (a poco más de una hora) y $1500 (2,25 euros) más a Pisco Elqui al final del valle (a una hora más desde Vicuña). El viaje comienza atravesando las plantaciones de papaya a las afueras de la ciudad, y a medida que el camino asciende, el valle se va cerrando paulatinamente. Son tres los colores que predominan en el paisaje: el verde intenso de las viñas para producción de pisco al fondo del valle, el amarillo seco de los cerros cubiertos de cactus y el azul intenso de un cielo casi siempre despejado. Esta última característica fue vital para la instalación de varios observatorios astronómicos, los cuáles se pueden visitar por la noche para poder disfrutar del espectáculo estelar.

Como se dijo, el recorrido tiene dos paradas de principal interés. Una de ellas es Vicuña, población donde nació Gabriela Mistral, una de las poetisas y diplomáticas latinoamericanas más importantes del siglo XX, y Premio Nobel de Literatura en 1945. Además de su Plaza de Armas, la iglesia y varios mercados artesanales, Vicuña ofrece la posibilidad de visitar un museo enteramente dedicado a la poetisa. Por otro lado, está el pequeño pueblo de Pisco Elqui, al final del valle. Formado por poco más que una placita, una iglesia y unas pocas casas, se ha convertido en un lugar turístico por las pisqueras y la tranquilidad y misticidad que caracterizan al valle. De hecho, es conocido por ser uno de los lugares preferidos por varias comunidades esotéricas.

Imperdible, por lo tanto, para todos los que algún día decidáis acercaros al Norte Chico de Chile.


Iglesia en la Plaza de Armas de Vicuña


Calles de Vicuña


Iglesia de Pisco Elqui

viernes, 19 de octubre de 2012

Made in Chile #9: La Serena

La Serena, segunda ciudad más antigua de Chile, se sitúa en la costa de la IV Región de Coquimbo, de la cuál es capital, a algo más de 400 kilómetros al noroeste de la capital Santiago. Posee algunas de las características climáticas y biogeográficas del Norte Chico, es decir, un clima semi-desértico costero con una precipitación que apenas supera los 100 mm anuales y temperaturas medias suaves, con paisajes áridos caracterizados por la presencia de cactus y suculentas.

Pese a haber crecido mucho durante los últimos años, habiendo llegado a crear una conurbación con la contigua ciudad de Coquimbo, La Serena mantiene un atractivo y reformado casco histórico que, junto con el área del paseo marítimo, es su principal reclamo turístico. El casco antiguo cuenta, al igual que las ciudades latinoamericanas fundadas en la época colonial, con un plano de damero conocido por sus manzanas cuadradas o rectangulares, donde se sitúa la Plaza Mayor o Plaza de Armas. La ciudad vieja conserva monumentos de la época como palacetes e iglesias, además de alguna otra edificación de estilo colonial. Se trata de un área con mucha vida (excepto los domingos, cuando es difícil encontrar algo abierto), gracias a la actividad generada por todos los comercios y restaurantes situados en las calles centrales, además del conocido mercado de La Recova, donde es posible encontrar infinidad de artículos relacionados con una de las principales actividades económicas de la región: el cultivo de papaya. 

Otro de sus mayores atractivos es el Faro Monumental de La Serena, situado junto a una de las extensas y peligrosas playas en pleno Océano Pacífico, en plena Avenida del Mar. Se trata de uno de los símbolos de la ciudad y fue construido en 1952. Aunque se encuentra un poco apartado del casco histórico, es agradable pasear hasta aquí para poder disfrutar de la vista del océano y la bahía de Coquimbo. Además, es recomendable visitar el Jardín Japonés, un pequeño parque que puede visitarse pagando un módico precio de $1000 (1,5 euros) para observar una tipología de jardín bastante desconocida en occidente. 

Por lo tanto, La Serena ofrece, en muy poco espacio, una serie interesante de cosas para visitar. Sin embargo, un fin de semana es más que suficiente para verlo todo con calma, ya que se trata de una ciudad pequeña que conserva por suerte un cierto aire pueblerino ciertamente agradable. 


Plaza de Armas de La Serena


Faro Monumental de La Serena


Jardín japonés

Fuente de las imágenes: elaboración propia

domingo, 30 de septiembre de 2012

Made in Chile #8: Fiestas Patrias


            Septiembre es un mes importante para Chile. Si el día 11 se trata de un día que muchos prefieren no recordar, tal y como se vio en la anterior entrega, la semana siguiente entera es motivo de fiesta y celebración en este país, pues se celebran las denominadas Fiestas Patrias. Se trata de todo un evento social y comercial a la altura de la propia Navidad, ya que en los días anteriores es muy fácil escuchar decir “feliz dieciocho” en cualquier parte.

            Las Fiestas Patrias se centran en dos días, el 18 y 19 de septiembre, pero es el primero de ellos el que lleva el peso histórico y cultural. El 18 de septiembre de 1810 se celebró la primera Junta Nacional de Gobierno, en un proceso de formación del Estado de Chile. Sin embargo, no hay que confundir esta fecha con la del 12 de febrero de 1818, fecha en la que se proclamó oficialmente la independencia. El día 19 se celebra el día de las Glorias del Ejército, cuando se efectúa el desfile militar. Por tanto, pese a que en un principio (las Fiestas Patrias se vienen celebrando desde 1811) las festividades se alargaban durante semanas, se establecieron dos días festivos para las conmemoraciones.

            Además de decorar todo con miles de banderitas nacionales (en la ventana, en el balcón, en los espejos del coche, en las calles), los chilenos aprovechan estas festividades para acercarse, aunque sea por unos días, al folklore nacional. Son muy comunes las fondas, unos centros de entretenimiento instalados por lo general en parques municipales donde se baila (cueca, sobre todo), se come (empanadas, brochetas de carne, mote con huesillos…), se canta, se compra artesanía, se ve el rodeo y se disfruta del alegre y bullicioso ambiente. Y si no van a una fonda, los chilenos se decantan por un rico asadito en la parrilla de casa, en compañía de la familia y de unas cuantas rondas de pisco o lo que se cruce por el camino.

            Aunque sea un sentimiento patriótico algo efímero, es una fiesta popular y muy animada que puede aprovecharse para aprender más sobre los orígenes de este país y sobre unas costumbres que, al igual que en la mayoría de países desarrollados, quedan relegadas al mundo rural, e incluso esto ha empezado a perderse. Por esa razón, encuentro divertido disfrutar de estos dos días en compañía de familiares y amigos, siempre dispuesto a engullir toneladas de comida y de hacerla bajar con cuanta bebida sea capaz de soportar el cuerpo. Incluso los profesores de la universidad te preguntarán eso de “¿tomaron ustedes mucho?”, asumiendo que son días de puro escape y diversión. 


Haciendo volar volantines (Parque Intercomunal)


Rodeo (Parque Intercomunal)


Exhibición de cueca, baile nacional de Chile (Parque Intercomunal)

Fuente de las imágenes: elaboración propia

martes, 18 de septiembre de 2012

Made in Chile #7: 11 de septiembre

No es fácil hablar sobre este tema, principalmente porque implica indagar en un pasado que quizás no es del todo lejano y que, por esa misma razón, está en la memoria de muchos chilenos intentando permanecer oculto, sin muchas ganas de salir a flote. Así pues, intentaré ser lo más objetivo posible. 

El 11 de septiembre ya era famoso antes del 2001, al menos en Chile, ya que ese mismo día del año 1973 el general Augusto Pinochet dio un golpe de estado que acabó con la que, hasta ese momento, había sido una de las democracias más sólidas y estables de América Latina. Aquel día, los tanques del ejército rodearon el palacio de La Moneda, el mismo que más tarde fue bombardeado desde el aire. Se dice que Salvador Allende, presidente de la república desde 1970 famoso por el ambicioso sueño socialista que intentó hacer realidad, se suicidó dentro del palacio. Lo que sí está claro es que aquel acto marcó el fin de una era representada por la democracia, dando paso a una dictadura que se alargó durante diecisiete años, marcada entre otras cosas por violaciones a los derechos humanos, torturas, desapariciones, suspensión de libertades individuales y suspensión de partidos políticos, así como la instauración de una serie de políticas neoliberales surgidas directamente de los llamados Chicago Boys, que instauraron un tipo de capitalismo que reinó en occidente a partir de la denominada crisis del petróleo de 1973. 

39 años después, Chile es un país que lleva más de veinte en un período de nueva democracia. La izquierda gobernó durante veinte años en esta nueva era, mientras que la derecha, de la mano de Sebastián Piñera, está al frente del país desde 2010. Veintidós años de democracia no han sido suficientes para ejecutar cambios que pide la población, ya que la herencia de la dictadura aún es visible en realidades como la salud, la educación y las pensiones, donde predomina el sistema privado y el público presenta, por desgracia, serias deficiencias 

Hay algo claro: todo apunta a que algo se cuece, y la forma más clara de verlo es en las protestas estudiantiles que han llevado a Chile a primera plana varias veces durante este último año, los que apuestan por una educación pública y gratuita. En un país que no deja de crecer económicamente y que, al menos de momento, no ha sido arrollado por la crisis económica mundial, el gobierno tiene hartas y difíciles tareas a las que hacer frente de puertas para adentro. 


Fuente de la imagen: elpatagonico.cl

sábado, 1 de septiembre de 2012

Made in Chile #6: la mano y el beso

Después de haber conocido varios países, y por ende varias culturas, no deja de sorprenderme cómo una costumbre relativamente sencilla como un saludo o una despedida puede variar tanto de un país a otro. Muy cercano tienes que ser en algunos países como Alemania, Estados Unidos o el Reino Unido para saludar a alguien con un beso, en estos países tienes que conformarte con estirar la mano y que ya sea chico o chica te la apriete. En la Europa mediterránea somos mucho más cálidos, de eso no hay duda. Lo de plantar dar la mano o dar dos besos en la mejilla es algo que casi hacemos por inercia. Sin embargo, si en Chile va algo más allá.

Para empezar, recuerda que en Chile no se dan dos besos, sino uno. Pero esto no quiere decir que vayas a recibir menos besos, ni mucho menos. Y lo mismo ocurre con darse la mano, pero queda reservado a los hombres, al contrario que en países europeos como los que antes mencionaba donde uno tiene la sensación de estar reuniéndose con ejecutivos todo el rato.

En Chile, y voy a utilizar un ejemplo cercano como son mis actuales compañeros de clase, no es necesario que hayan pasado dos meses de verano sin verse para saludarse con dos besos. De hecho, basta con que hayan transcurrido 24 horas. Así que por mucha sangre latina que corra por mis venas, no deja de sorprenderme que todo el mundo se salude con besos y con la mano a diario, por la sencilla razón de que no me había tocado verlo hasta ahora. Al menos en mi tierra, solo he visto actuar así a mis compañeros a la vuelta de unas largas vacaciones y el día de cumpleaños de alguien, pero eso sería todo. Y desde luego, lo último que voy a hacer es escandalizarme (no hay que olvidarse que en algunos países, dar un beso en la mejilla a una mujer no está del todo bien visto), porque creo que, antes que soportar caras largas y murmullos inaudibles de saludos desganados, no hay mejor forma de empezar una mañana que saludando así. 

Sólo espero que a la vuelta no me tomen por moscardón pesado...



domingo, 19 de agosto de 2012

Made in Chile #5: mote con huesillos

En algún momento tocaba inaugurar una sección indispensable si se quiere hablar de la cultura de un país: la gastronomía. Aunque no difiera tanto de la cocina mediterránea, la gastronomía chilena tiene numerosas peculiaridades. Es por esto que me gustaría ir nombrando algunas de ellas, empezando por el mote con huesillos.

En pocas, podríamos describirla como la típica bebida dulce y refrescante chilena. Tal como su propio nombre indica, tiene dos ingredientes indispensables: el mote (mote de trigo, es decir, las semillas cocidas en agua) y los huesillos (melocotón deshidratado). Estos dos ingredientes se mezclan con un dulce jugo acaramelado que se obtiene mezclando caramelo con el agua donde se cuecen los melocotones (con azúcar y un palito de canela), y todo ello acaba sirviéndose en un vaso, con el mote mezclado con los huesillos abajo y el jugo acaramelado arriba. El mote se come con una cucharilla, la misma con la que hay que ayudarse para partir trozos de melocotón.

El mote con huesillo se vende prácticamente en cualquier puesto que uno pueda encontrarse en las calles del centro de Santiago. Aunque los precios varían según el lugar y el vendedor, se puede decir que la mayoría de vasos de mote con huesillos rondan los $500-800, es decir, entre 0,80 y 1,30 euros. Es una bebida con especial éxito en verano debido a que es refrescante, pero se venden cualquier día. 

Recomiendo a cualquiera que esté animado/a a visitar Santiago de Chile que se tome un mote con huesillos en cuanto sienta calor y quiera refrescarse. Aunque, tal y como he dicho antes, haya varios puestos donde se vende esta bebida, merece la pena subir en funicular hasta la cima del cerro San Cristobal y, una vez arriba,  quedarse boquiabierto con las sobrecogedoras vistas de la ciudad desde las alturas tomando un rico mote. 


Mote con huesillos
Fuente de la imagen: es.wikipedia.org

domingo, 12 de agosto de 2012

Made in Chile #4: Bellavista

Entre las comunas santiaguinas de Providencia y Recoleta se esconde una pequeña burbuja semi-atrapada en el tiempo, un barrio que rompe con los esquemas de todo lo que le rodea, tanto por su arquitectura como por el ambiente que se respira. Se trata, en efecto, del barrio de Bellavista. 

Hubo un tiempo, allá por comienzos del siglo XX, en el que Santiago era una ciudad de una extensión mucho menor de lo que es en la actualidad. En esta época empezó a producirse un éxodo rural, y en consecuencia, la ciudad de Santiago comenzó a crecer poco a poco, extendiéndose por la depresión central como una mancha de tinta sobre papel. Una de esas primeras extensiones fue el barrio de Bellavista, que aunque existía desde la época colonial, en esta ocasión creció más. Una de sus particularidades reside en las casas, que se construyeron simples pero de buena calidad, aunque esa simpleza signifique hoy día encontrarse con unas casas tradicionales muy bien conservadas, varias de ellas coloridas y con interesante acabados, que le dan un toque pueblerino a la gran ciudad. 

Bellavista se ha convertido en el barrio bohemio de Santiago de Chile, junto con Lastarria. Sus calles están repletas de bares populares y restaurantes para todo tipo de bolsillos y de todo tipo de comidas, lo que hace que automáticamente se convierta en un lugar atractivo y con especial ambiente nocturno, sobre todo el fin de semana. Es parada obligatoria el Patio Bellavista, con sus restaurantes y tiendas de artesanía, y fuera del patio, me atrevo a recomendar el restaurant El Republicano, donde uno puede disfrutar de tradicionales sabores chilenos (como las machas a la parmesana, entre muchos otros) en un ambiente tranquilo, sencillo, pero con mucho gusto.




Barrio de Bellavista
Fuente de las imágenes: elaboración propia

miércoles, 1 de agosto de 2012

Made in Chile #3: la cultura del mall

Pese a que Santiago fue fundada en 1541 y, por tanto, el centro de la ciudad conserva el plano colonial basado en calles perpendiculares en torno a una plaza central (la denominada Plaza de Armas), es posible ver en la metrópolis actual varias características de una ciudad norteamericana. O, por lo menos, esa es la sensación que da; un moderno y majestuoso centro financiero conocido como Sanhattan, casas bajas con jardín que forman extensísimas comunas y, por encima de todo... los malls. 

El mall (pronunciado "mol") es lo que viene siendo el centro comercial de toda la vida, sólo que los chilenos han preferido referirse a él con un término heredado de Norteamérica. Existen desde los años 80 del siglo pasado, pero ya forman parte, por suerte o por desgracia, de la cultura de una buena parte de la población. Teniendo en cuenta que Santiago de Chile cuenta con más de 5,5 millones de habitantes, hay numerosos malls en la ciudad: Alto Las Condes, Parque Arauco, Portal La Dehesa y Portal La Reina, entre otros. Pero si hay uno que destaca y que está de moda en la actualidad, ese es el imponente, descarado y arrasador mall Costanera Center, situado exactamente bajo la que ya es la torre más alta de Latinoamérica (supera los 300 metros). Con 6 pisos más una suerte de ático dedicado a las salas de cine, uno siente que en su cabeza retumban las palabras: "esto es demasiado", y eso que aún no están todos los establecimientos abiertos al público. 

En los malls hay de todo y para todos, pero ese "para todos" se cumple de la siguiente manera: yo aquí y tu allí; es decir, cada mall tiene un público específico, un público que está relacionado con la situación económica de la comuna en la que se sitúa el centro comercial. No pude evitar sorprenderme al ir un sábado  por la tarde al centro de la ciudad, ya que al contrario que en España u otros países preferentemente mediterráneos, las calles de este sector se vacían. Sin embargo, uno acude el mismo día al mall y se lo encuentra lleno de gente. Pero no es algo que afecte a los sábados; los malls atraen a los santiaguinos, me atrevería a decir que más que en España, y creo que es a causa de dos razones principales, siendo una consecuencia de la otra: la propia disposición extensa de la ciudad, que hace que las distancias sean enormes haciendo más preferible el mall cercano a casa que el lejano centro, y el carácter menos callejero de por sí de los chilenos, un país donde no se acostumbra a "potear" y a quedar con la "cuadrilla" en el centro. 


El mall Costanera Center y la Torre Santiago en construcción. Julio de 2012.
Fuente de la imagen: elaboración propia

jueves, 26 de julio de 2012

Made in Chile #2: Valparaíso


Llegar a la estación de autobuses de Valparaíso (a unas dos horas de Santiago, siendo posible viajar por 1,5 euros), caminar los primeros metros por la calle Pedro Montt y deleitarse con la excéntrica belleza de la ciudad van unidos. Es conveniente saber que no es una ciudad a la que ir para relajarse. El tránsito de personas y vehículos, así como el consiguiente bullicio, son constantes en el centro. Y tampoco está de más saber que es una urbe donde los robos se dan con frecuencia, pero esto no puede suponer un freno para seguir caminando hacia el Cerro Concepción, el más famoso de la ciudad.

Son precisamente los cerros, y más concretamente la masiva, caótica pero hermosa ocupación de los mismos lo que le da identidad propia a Valparaíso. Cuando uno dirige la vista hacia los cerros (el centro de la ciudad está rodeado por varios de ellos), se tiene la sensación de estar observando una suerte de mosaico multicolor. Desde el nivel del mar hasta la cima de los cerros, miles de casas de todos los colores se agolpan haciendo que uno se acuerde de lo desdichado que puede llegar a suponer ser cartero en una ciudad así. 

Como comentaba antes, entre todos los cerros, es el Concepción el que se lleva la mejor fama. Restaurado y adaptado al turismo, a este cerro se accede caminando, en bus o en trolebús siguiendo la antes mencionada calle Pedro Montt. Es en esta calle donde, por un económico precio, se puede disfrutar de uno de los platos típicos chilenos, la chorrillana: un plato de patatas fritas en el que se mezclan huevos, cebolla y distintos tipos de carne. Estando ya a los pies del cerro, se puede subir andando o utilizando un antiquísimo funicular por $300 (0,50 euros). Lo que los ojos pueden llegar a ver allí arriba es prácticamente superior a cualquier intento de transcribirlo, por lo que he decidido prescindir de las palabras y que sean las fotos las que intenten acercar un poco de dicha singular belleza. 

Aunque en un principio llame la atención (incluso para mal), hay que asumir que los cables del tendido eléctrico van a aparecer en casi todas las fotos que decidamos tomar. Sin embargo, es posible darse cuenta de que semejante maraña de cables no estropean las vistas, sino que llegan incluso a darle un toque personal que solo consigue ser positivo en Valparaíso. Y al igual que en otras ciudades como en la misma Santiago, los perros callejeros son un elemento más del paisaje. Casi todos suelen estar tumbados dormitando, pero sabed de antemano que si hacéis caso a uno de ellos, os acompañarán a cualquier parte. Para acabar bien el paseo por el cerro, una buena sugerencia es tomarse un café en una de las varias cafeterías situadas en Concepción, un lugar difícilmente igualable. 


Valparaíso, desde el Cerro Concepción


Calle en Cerro Concepción


Iglesia luterana en el Cerro Concepción

Fuente: elaboración propia

lunes, 23 de julio de 2012

Made in Chile #1: Santiago


Uno sabe que le quedan pocos minutos para aterrizar en Santiago de Chile cuando sobrevuela una de las cordilleras más impresionantes y majestuosas del mundo: los Andes. De repente, las altísimas cumbres dan paso a una llanura (conocida como la Depresión Central) donde se extiende una de las ciudades más extensas y pobladas de América del Sur: Santiago de Chile.

Se ve, desde un primer momento, que Santiago es una ciudad de grandes contrastes. Partiendo en coche desde el aeropuerto Arturo Merino Benitez (situado al oeste) hacia el oriente siguiendo la Costanera Norte (uno de los ejes principales de la metrópolis), estos contrastes son fácilmente visibles. Otra característica de la capital de Chile es que está dividida en numerosas comunas, cada una de las cuales con su respectivo ayuntamiento, pero formando todas ellas la ciudad de Santiago. Las comunas situadas al oeste y sur de la ciudad son las más humildes, y son a su vez sumamente extensas y pobladas. En el caso de la Costanera Norte, siguiendo hacia el oriente, el siguiente paisaje cambia progresivamente, pero abruptamente a su vez, ya que al fondo empiezan a verse los altos edificios del World Trade Center, una burbuja de negocios y modernidad que coronan las comunas de Providencia y Las Condes. Siguiendo adelante, dan la bienvenida los más acomodados barrios del oriente, tales como Vitacura, Las Condes y La Reina.

Teniendo en cuenta que es pleno invierno, la ciudad ofrece el colorido propio de esta estación del año, es decir, más bien nada. Pero son varias los parques y cerros distribuidos por toda la urbe, por lo que la primavera no tardará en teñirla de verde. Eso sí, para alguien que viene de Vitoria, el invierno santiaguino es mucho más llevadero, ya que aunque amanece con frío y puede llegar a helar, las temperaturas diurnas son más que agradables.

De momento, solo saco una única conclusión negativa de estos tres primeros días aquí: el smog, esto es, la capa de polución que cubre la ciudad y que, desgraciadamente, no deja ver con claridad la belleza que supone tener la cordillera de los Andes de telón de fondo. Con un poco de suerte lloverá pronto, el aire se limpiará y podré disfrutar de estos maravillosos paisajes. Pero dejando a un lado la contaminación, Santiago tiene tanto que ofrecer que estoy deseando que amanezca un nuevo día para salir y seguir visitando lugares. Tendréis noticias de ellos.


La cordillera de los Andes, desde el avión
Fuente: elaboración propia

viernes, 15 de junio de 2012

Hotel room service


         Expulsó el humo lentamente, observando los dibujos que formaba hasta tocar el techo de la habitación. No era capaz de adivinar el tiempo que llevaba tumbado sobre la cama, sólo sabía que el trozo de cielo que atinaba a ver desde la ventana le había señalado el anochecer y el posterior amanecer, todo ello sin moverse del sitio. La ventana estaba abierta, había sido una noche calurosa. El ruido del tráfico se hacía más sonoro a medida que avanzaba la mañana, pero poco importaba cuando su cabeza estaba lo suficientemente enlatada como para no escuchar más que un constante zumbido.

            Acompañó la última calada con un largo trago de algo que llevaba demasiado tiempo en el vaso. Vomitivo. Tanto, que el vaso cayó al piso de madera, partiéndose en dos y juntándose con su ropa interior y los restos de una botella de vodka barato. Se dio la vuelta sobre la cama. Sabía que no iba a poder dormir, pero tantas horas despierto sin dejar de dar vueltas a lo sucedido unas horas antes le estaban provocando migraña. Tan solo quería dar algo de tregua a sus pensamientos, intentar que el simple hecho de pensar dejase de suponer una tortuosa sesión de pinchazos.

            Aún seguía percibiendo una mezcla de olor a sudor y perfume para hombre. Estaba adherido a las sábanas, a cada centímetro de su cuerpo. Al fin y al cabo, la noche había empezado bien. Si se paraba a pensar, aún podía sentir las últimas caricias, la humedad de los últimos besos, el placentero roce de su piel. Las últimas y los últimos. Todo lo que merecía la pena antes de la llamada de teléfono. De las insistentes llamadas de teléfono, de los mensajes de texto, subidos de tono, de alguien demasiado interesado en encontrarse con la persona a la que en aquel momento hacía suyo sin importarle ser oído.

            Por curioso que pareciera, poseía tan solo un vago recuerdo de los insultos y acusaciones, de los gritos en general. No podía rememorar cada palabra hiriente y afilada, la mayoría de ellas disparadas desde su propia boca, pero como el gusto que permanece tras una pesada comida, quedó el significado. Quiso que todo desapareciera con los dos últimos gritos, con el golpe definitivo, con la extraña sensación de ser un ladrón de almas. Pero no. El día avanzaba y el sol no le iba a proteger. Se levantó, se vistió, se limpió la sangre de las manos y encendió el último cigarrillo de la cajetilla. Dio una larga calada sin apagar el encendedor, y tras mirar la llama con detenimiento hasta cegarse, lo lanzó directamente al charco de alcohol que había dejado la botella rota. La llamarada rugió al instante, imparable. Expulsó el humo, esquivó el cuerpo que le obstaculizaba el camino a la puerta y no empezó a correr hasta que abandonó el hotel por aquella puerta giratoria.





Fuente de la imagen: http://na-nis.blogspot.com.es

           

lunes, 23 de abril de 2012

Las reglas del palacio de cristal


      Tan solo unos tímidos rayos de sol me guiaron a través de la densa vegetación. Llevaba más de dos horas caminando con dificultad, casi totalmente a ciegas y tropezándome a cada rato, pero al fin llegué a las puertas de aquel pequeño palacio de cristal. La estructura metálica que lo sostenía se camuflaba con los troncos de árbol que lo rodeaban, pero la bóveda de cristal de aquella suerte de jardín botánico destacaba sobre la naturaleza por la magnitud de su esplendor. Me adentré para darme de bruces con un calor húmedo y sofocante, perfumado con una mezcla de centenares de esencias provenientes de las plantas exóticas que decoraban el interior.

      En el centro de aquel jardín improvisado se hallaba, sentada tras una pequeña mesa del té, una mujer que consiguió robarme la respiración. Dos aspectos la caracterizaban por encima de todo: su cabello largo y rojo que parecía estar en llamas, y el vestido blanco, fino como una gasa, pegado a su cuerpo de casi la misma tonalidad. Lo asombroso era que, pese al calor y la humedad prácticamente palpables, no solo no sudaba, sino que sostenía en una mano una humeante taza de té. Frente a ella, sobre la mesa, descansaban tres diminutos frascos, uno de los cuales contenía un líquido color cobre, el otro un líquido plateado y el tercero un fluido dorado. En cuanto di un paso hacia aquella bizarra estampa, una puerta que hasta entonces había permanecido oculta se cerró estrepitosamente detrás de mí. No había escapatoria.

      Sin recibirme órdenes de aquella extraña que me miraba con indiferencia, me acerqué lentamente hasta la silla que me correspondía, pues algo me decía que, tarde o temprano, y para bien o para mal, debía acabar sentado frente a ella. La mujer sorbió un poco de té y depositó la humeante taza sobre un platito de porcelana mientras se lamía los labios. Uno de sus verdes ojos quedaba oculto tras una cortina de pelo, pero el otro me taladraba con mayor fiereza que un haz de luz. Su belleza era indescriptible, imparable, desconcertante, más deseable que cualquier riqueza… Me estaba enamorando sin poder impedirlo, sentía que su presencia me arrastraba sin piedad, sin dejarme siquiera la oportunidad de decidir si de verdad quería amarla. En aquel instante su voz me sorprendió, clara, mística, embriagadora…

-          ¿Te gustan las decisiones difíciles? Si destapas la poción cobriza, quedarás unido a mí por siempre y tu amor será correspondido, pero jamás podrás salir de mi hogar. Si escoges la poción plateada podrás regresar a tu mundo, pero nadie se enamorará nunca de ti y tu corazón se marchitará joven. Si quieres que tu cuerpo y alma descansen en paz, deberás beber de la pócima dorada…

Aquellas palabras me hirieron como si de finas agujas se tratasen. Sudaba, pero no a causa del calor. Era un sudor frío que precedió a un profundo malestar. Temblaba de manera descontrolada y empecé a llorar, empecé a llorar por la falta de escrúpulos de aquella mujer que sonreía oculta tras su taza de té, empecé a llorar porque al contrario de lo que en un principio parecía, la solución a aquel dilema era demasiado fácil. La joven se levantó de su asiento, se deslizó hasta mí y, mientras mi mano se dirigía al frasco con el líquido dorado, ella bebió de mis lágrimas hasta saciar su sed. 


sábado, 3 de marzo de 2012

Entre los resquicios de la persiana

Todo empieza con ese primer roce,
tu pierna contra la mía,
mi brazo sobre la curva de tu costado,
nuestras respiraciones, desincronizadas,
haciendo un llamamiento a la calma.

Abro los ojos para saludar a un nuevo día,
algo que no se me hace difícil,
pues los tempranos soplos de primavera
se cuelan entre los resquicios de la persiana
en forma de dorados halos de luz, que caprichosamente,
te iluminan el rostro relajado,
haciendo que todo en ti sea símbolo de tranquilidad.

Entonces despiertas tú con un sobresalto,
pero vuelves a cerrar los ojos en breve con una sonrisa,
como si tras haber sentido que alguien te miraba fijamente,
te hubiese relajado al comprobar
que era yo el que te deseaba.
Y es esa tierna sonrisa empañada de sueño
la que me hará sentir feliz todo el día,
la que hace que segundos planos
queden más lejos aún.

Cuando tus ojos se unen a mi mirada,
no transcurre mucho tiempo antes de sucumbir ante tanta belleza.
Es entonces cuando nace en mí
el deseo por amarte, la angustia por perderte,
mas por encima de todo,
nace la dicha por sentirme tan afortunado
de poder expresarte a cada instante, con palabras o sin ellas,
que jamás te había querido tanto como te quiero ahora.

Que ya los días empiezan a perder sentido
si tú no estás ahí para trenzar tu lógica disparatada
a mi alrededor. 


domingo, 26 de febrero de 2012

Si el cielo me lo permite


Qué mas da la altura que haya desde la calle hasta esta cornisa. Quiero sentarme aquí, en las alturas, que las ráfagas de viento me zarandeen, que el vértigo se mezcle con la adrenalina. A veces no siento mayor placer que el de imaginarme por cuánto se multiplicaría ese placer en mi cuerpo si cayese. Sería tan fácil…

            Pero no he venido aquí a hablar de cómo matarme de forma rápida e indolora. He venido aquí para mirar por encima del hombro a esta mierda de ciudad, que se ríe de mí a la cara, igual que lo haces tú. Y ahórrate el esfuerzo de sentirte ofendida, porque no sé de dónde sacas tantos argumentos para acabar contradiciéndote a ti misma. Siempre creíste que iba a estar ahí para aparecer corriendo a tu lado cada vez que te diera la gana, pero sin devolver el golpe cuando quise tenerte para que simplemente me escucharas, y no para aprovecharme, que es algo que te encanta decir, siempre por teléfono, siempre con ese falso disgusto en la voz.

            Te hacías la víctima, porque lo único que querías oír era que lo hacía todo mal, que me olvidaba de alguna absurda fecha, que no tenía consideración hacia ti, que era un egoísta. Y resultó que, dejando a un lado esa manía tuya de recordar hasta la fecha de nuestra primera discusión, fuiste tú la que actuó como tú querías que yo actuase. Pensando que un descerebrado sin trabajo, sin dinero y sin un buen coche donde poder desfilarte entre esta basura materialista, jamás se preocuparía por intentar hacerte feliz. Pensando que un patético don nadie nunca sería capaz de haberse pasado noches enteras en vela pensando en ti, días enteros intentando buscarte porque no tenías la dignidad de contestar mis llamadas telefónicas…

            Y tranquila. No hago esto para que lo leas. Por mí, como si el viento se lo lleva lejos, lo más lejos posible de tu alcance, si puede ser. Hago esto porque nadie quiere escucharme sufrir por ti, todos piensan que hace tiempo que dejaste de merecerme. Pero resulta que mi autoestima no es tan alto, y ya ves lo que tengo que hacer para poderme expresar.

            Si algún día lees esto, no te molestes en buscar mi número de teléfono ni en preguntar por mí. No hay nadie que pueda ayudarte. Ni siquiera yo, la última persona dispuesta a hacerlo. Para entonces, si el cielo me lo permite, creo que estaré mirándote desde muy alto.  





domingo, 19 de febrero de 2012

Hiltzen naizen egunean

Gezurrak hitz dotorez josita egon daitezkeen arren
egia esango dizut.
Ez agian egi osoa, ez bailitzateke poetikoa izango,
baina bai begiak ixten ditudanean
baino etortzen ez zaizkidan hitzak,
zuretzako leunki berotu eta mimatu ditudanak.


Ez dakit nondik atera zinen,
ez dakit nire eskua heltzera iritsi ordez,
ke urdinezko asmakizun hutsa zaren.


Guztia zara ukitzen zaitudanean,
baina ura baino era jolastiago batean ihes egiten duzu
buelta ematen naizen bakoitzean,
gaua iristen den bakoitzean,
edo minutu bakar batzuk igarota zure presentziaren ezean.


Sekretuen armiarma sarea zara,
ez behartuta sentitzen naizelako,
nire bihotzak, nire kezkek,
zuregana jotzeko nahia dutelako baizik.


Litekeena da, maite,
beldur naizela.
beldur naizela nire ispilutzat hartu zintudanetik,
ez dudala zu barik haratago ikusten.
eta haratago ikusteko zure etengabeko arnasaren menpe,
urrutira joateko zuk egin behar duzula ihes, urrun,
zurekin eramango bainauzu hara,
izotzezko mendiek zeruari kilimak egiten dizkioten mundura,
itsasoak, bare, herriak besarkatzen dituen mundura,
zu eta ni, arratsaldero, geratzen zaizkigun egunak zenbatuko ditugun mundura.


Ederra, bada,

ederra…

baina ez dakit, behingoz, noiz esnatuko naizen…


domingo, 8 de enero de 2012

Hijos de la lluvia

      Es una aburrida noche de domingo. Miro la televisión, medio adormilado. No sé qué hora es y ni siquiera me apetece saberlo. De repente, una voz conocida me sobresalta:

- ¡ A cenar!

      Despierto del letargo. Cuando me siento en la mesa, la CNN informa de un suceso ocurrido hoy:

- “(...) las lluvias torrenciales caídas en Tailandia producen un derrumbamiento en una escuela. La única superviviente, una niña de 9 años”.
      Me asombro. Pero al cabo de unos minutos, el locutor de la CNN continúa:
- “(...) algo muy parecido ha ocurrido en Honduras. El huracán Marc deja un balance de 130 muertos en una aldea. El único superviviente ha sido Héctor, un jovenzuelo de 11 años”.
      Me estremezco. La CNN sigue informando:
- “(…) y en Mozambique, la inminente crecida del río Zambeze se lleva por delante a un grupo de trabajadores. La única superviviente, una huérfana de 12 años.”
      Me siento raro. Noto un incómodo malestar en el estómago y decido asomarme a la ventana. Llueve a cántaros. Inesperadamente se va la luz y no consigo escuchar el final de la noticia sobre otro niño superviviente. Lleno de inquietud, abro la ventana y miro hacia abajo. Juraría haber visto... no, es imposible. Una extraña sensación me conquista el cuerpo, como si alguien estuviese en peligro. Decido bajar a la calle sin decir nada a mis padres, entretenidos en otros quehaceres. Acercándome ya al último descansillo, mi corazón se acelera, ¡Dios mío! La fuerza de una riada arrasa mi calle. En medio de ella se encuentra un joven de unos 13 años paralizado, aterrado, y me mira con una cara desconcertante. La riada no lo arrastra. Sin pensármelo dos veces, salgo a rescatarle. ¡En qué estaba yo pensando! Soy vorazmente arrastrado por el agua. El aluvión me produce serias magulladuras. Antes de perder el conocimiento, recuerdo las noticias y deduzco, ahora sí, quién era aquel niño. Otro niño superviviente.

      Cuando consigo abrir los ojos, sólo alcanzo a ver un paisaje desolador y agua, mucho agua.

      Pero yo no me hundo. Estoy perdido y desorientado en medio de la riada.

      Alguien vendrá a buscarme.